Septiembre 2012 – RUBÉN CHABABO

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Director del Museo de la Memoria.

“Se puede tener memoria sin tener conciencia, se puede recordar algo sin hacer un proceso de concientización acerca de lo que ese recuerdo significa”

Por Fabio Montero

“Resulta muy porfiada la memoria de algunos perdedores. Hoy, cuando tantos se empeñan en hablar, hay muertos que dicen callando”. Eduardo Galeano

Desde la ventana del segundo piso del Museo de la Memoria se podía ver un cielo pesadamente gris. Era el mediodía y había amanecido lloviendo. En realidad hacía días que llovía. La luz lívida teñía la oficina, un espacio sencillo que contenía lo básico: unos escritorios, una compu, algunos objetos personales, un termo y un mate frío ávido de humedad.

Si no fuera porque la casona constituye una de las casas del terror de la última dictadura militar (fue sede del comando del segundo cuerpo de ejército) diría que es de una belleza admirable.

Construida para sus padres por el arquitecto Ermete De Lorenzi, es una muestra de las tendencias arquitectónica (Art Decó) que adoptó la burguesía rosarina a principios del siglo XX y que tantos recelos provocaba en los constructores más conservadores.

Rubén Chababo es director del Museo, el primero y el actual, dice. Es egresado de la UNR de la carrera de letras de la facultas de Humanidades y Arte. Su primer posgrado lo realizó en la Universidad de Las Villas, Cuba, efectuando trabajos de profundización en áreas vinculadas con la literatura en el Instituto de Cooperación Latinoamericana de Madrid. A mediado de los noventa empieza a centrance en problemáticas vinculadas con la memoria. Entre tanto, ejercía la docencia en escuelas secundarias de nuestra ciudad y en la facultad de Humanidades y Artes, donde actualmente trabaja.

En el año 2003 ingresa por concurso público en el proyecto del Museo de la Memoria, con el mandato de poner en marcha la institución e instalarlo definitivamente en su sede actual de Moreno y Córdoba. En el 2010 renovó, siempre por concurso, su dirección cuyo período expira en el 2015.

En el 2003 – dice – era muy incipiente la reflexión acerca de la memoria, aunque sí estaba muy desarrollada la temática de los derechos humanos. En realidad, nunca imaginé el desafío que implicaba poner en marcha este proyecto.

¿Cuál fue el mayor reto que tuviste que enfrentar en estos años al frente del museo?

El mayor desafío fue poner en marcha una institución que no existía. Cuando yo ingresé había una oficina, una computadora y nada más. De eso había que parir una institución de memoria. Sentía que el desafío era demasiado grande, pero las cuestiones hicieron que en el paso del tiempo se pudiera conocer gente que contribuyó con el proyecto. Una cosa es cuando se llega a una institución que ya está formada, en el cual uno tendrá que revisar algunas líneas de trabajo, y otra, cuando te encontrás con una oficina, una computadora y todo por hacer. El gran desafío fue hacer surgir de la nada un museo de memoria.

En la localización del museo en la esquina de Córdoba y Moreno, estábamos siendo pioneros en la Argentina en cuanto a la recuperación de un sitio de memoria, y la puesta en marcha de un proyecto de memorización como no lo tenían en otros lugares del país.

¿El vecino de la ciudad se apropió del museo de la memoria?

Es muy difícil saberlo, un museo lleva un tiempo para ser visibilizado por la comunidad. Si la gente se interesa por los museos de memoria es lo mismo que preguntarse si la gente se interesa por un museo de arte contemporáneo, o un museo histórico, etc. Te diría que algunos se interesan y otros no. Este no es un tema que concite la atención del público masivo. Pero es un no aquí, y en tantísimos otros lugares. Estos son espacios que están por fuera de las dinámicas mediáticas que es lo que despierta más esmero. Los dispositivos culturales van a la zaga. Por eso, es difícil medir el verdadero interés de la sociedad.

En los últimos años hemos hecho un fuerte operativo de pedagogización para que la gente entienda que el concepto de memoria y de Derechos Humanos le pertenece como un patrimonio. Será un proceso de difusión desde las escuelas, desde las universidades, etc. Hemos avanzado aunque falta mucho por hacer. Pero hay que saber que estas instituciones no son masivas.

¿Por qué se define como un museo de memoria y de conciencia?

Se puede tener memoria sin tener conciencia, se puede recordar algo sin hacer un proceso de concientización acerca de lo que ese recuerdo significa. Este es el gran debate sobre la memoria. Buena parte de los procesos de memorización están amenazados, por lo que, eso que se recuerda, termina encapsulado en un pasado que nada le dice al presente.

Si no se hace un pasaje, en el cual, aquel que llega a este lugar toma conciencia y se apropia de ese pasado y lo entiende como propio, la memoria queda en un lugar casi escolar, en el peor de los sentidos. El pasado debe entenderse en clave de presente, si no sucede eso, queda congelado.

Con el deber de memoria no se hace demasiado, porque todos nos quedamos tranquilos con que eso ocurrió y ya terminó. La memoria por la memoria misma se agota rápidamente. Ahora, si el recuerdo tiene características instructivas para el presente, ahí si me interesa. Pero, por otra parte, no es fácil poner en acción ese sentido instructivo de la memoria. Este tipo de espacios corren el riesgo de volver a ese pasado siempre como un pasado mítico, por eso es importante cuestionarlo una y otra vez.

¿Cómo se trabaja el tema de la memoria y los Derechos Humanos en las escuelas?

Tengo una visión muy positiva, principalmente desde el 2003 en adelante. Hay un gran esfuerzo del Ministerio de Educación por dotar de elementos, brindar especializaciones y formación docente sobre esta temática. Se trabaja con materiales reflexivos y de buen contenido pedagógico. Ahora, no siempre los docentes están a la altura de las circunstancias.

Viven en esta sociedad, y a pesar de la formación que pueda dar el Ministerio sobre terrorismo de Estado y Derechos Humanos, terminan atravesados por otros discursos sociales. Además, hay que tener en cuenta que es una temática bastante difícil de trasmitir. De cualquier manera hemos avanzados, en el 2003, para las jornadas docentes, había que rogarle a las escuelas para que se anoten, ahora, tenemos que decir a las 48 hs que no hay más lugar.

¿Hay un interés real de los docentes en estos contenidos o solo se trata de llenar el cupo?

Yo creo que sí. En los últimos años los docentes han accedido a otros consumos culturales, hoy se ve canal Encuentro, canal 7, etc con muy buenas producciones que tiene que ver con los Derechos Humanos. Hay como un horizonte en el cual se vuelve interesante la temática. Si no está el Estado, esto se convierte en un tema muy flaco y uno queda pedaleando solo. Con el acompañamiento del Estado Nacional y Provincial los docentes tienen más posibilidades. Ahora con eso no alcanza, se necesita un mayor compromiso, no solo de los educadores, sino de todos. Los maestros suelen estar interesados, solo que a veces flaquean conceptualmente.

¿En cuanto a las capacitaciones a docentes, hay un interés personal o pedagógico?

Se dan las dos cosas, tanto para conocer más, como para trasmitir. En nuestros cursos se les dan instrumentos y estrategias de abordajes, se les recomienda películas, libros, etc. A veces noto una pobreza importante en la formación de los docentes. Hay que entender que más allá de los cursos de formación, es bueno leer, ir al cine, etc.

No lo sabemos si a los alumnos que visitan el museo les cambia algo. No podría decir que después de pasar por acá son mejores personas, pero en algunos hay asombro. Hay cosas que parecen intrasmisibles y se convierten en abstracciones. A veces no pueden entender aspectos de la dictadura por que nacieron en democracia.

¿De qué nivel son los alumnos que visitan el museo?

Generalmente de secundaria, tanto de escuelas públicas como privada, inclusive de escuelas religiosas. En otro momento era impensable que escuelas religiosas se acerquen al museo, más aún, cuando saben que en algún momento se habla de la complicidad de la iglesia con la dictadura. Por suerte esto se ha democratizado.

Por otra parte, nunca hubo situaciones de violencia en el museo. Esto da cuenta que es un tema instalado dentro del sistema educativo y de la sociedad y que dejó de ser tabú. Asimismo, no significa que hayamos alcanzado el gran debate y que la conciencia acerca de los derechos humanos esté garantizada.

Es muy poco lo que se sabe sobre la historia del comando cuando funcionó en la casona de Córdoba y Moreno. En la actualidad la escuela de Historia de la UNR en convenio con el museo, comenzó una investigación para recrear este mojón en la historia trágica de nuestra ciudad.

“En el museo de la memoria – dice Chababo – no hay memoria del lugar”. Por suerte, esta paradoja comenzó a resolverse.